3 de septiembre de 2010

POSTRE: "Freud, pasión secreta" - John Huston (1962)


Leyendo una entrada en un blog de cine, descubrí esta película y me puse manos a la obra para conseguir visualizarla. El comienzo ya nos augura al menos una interesante visión, pues el narrador comenta los descubrimientos que hicieron tambalear nuestros cimientos como seres egocéntricos, los tres grandes golpes al orgullo del ser humano. El primero, la demostración de Copérnico de que la Tierra (con nosotros dentro) no es el centro del universo; el segundo, cuando Darwin afirmó que el hombre es parte de la naturaleza, un animal más, fruto de la evolución (y no un ser especial diseñado por un ente superior); el tercero, efectuado por Freud, que muchos de los procesos mentales son inconscientes, y que por tanto, escapan a nuestro control (ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos).
Así empieza ‘Freud, pasión secreta’ (‘Freud: The Secret Passion’, 1962), y supone un comienzo arrebatador que al momento te clava delante de la pantalla expectante ante la promesa de un viaje a través de los momentos difíciles por los que pasó un hombre de ciencia, al intentar desentrañar el tenebroso y abrumador mundo de la mente humana y sus procesos.
Considerada como película pseudo-biográfica, sólo abarca cinco años de la vida del famoso neurólogo y psiquiatra vienés entre 1885 y 1890, pues fue entonces cuando comenzó realmente su particular lucha en contra de lo establecido científicamente, con la elaboración de su doctrina, el psicoanálisis. 
Encarnado por Montgomery Clift y dirigido por un magnífico Huston, que logró que Clift representara a un personaje tan complejo, utilizando numerosos primeros planos, intentado acaso hipnotizarnos con la brillante y viva luz que emanan sus penetrantes ojos. La película está filmada en un expresivo blanco y negro, con una iluminación que se convierte en metáfora de la conciencia,  predominando los tonos oscuros en las imágenes de los sueños. 
Con la primera escena, nos presentan a un Freud joven, impulsivo y lleno de ideas revolucionarias sobre los mecanismos que rigen la histeria frente a su profesor, el Dr. Theodore Meynert (Eric Portman), un hombre dominante, de férreas ideas que defienden que la histeria no es más que un engaño, "síntomas inducidos deliberadamente con el fin de atraer la atención, provocar compasión y evitar las responsabilidades de la vida". 



Freud viaja a París buscando profundizar en el método de la hipnosis como posible ventana a esa parte de la mente, el inconsciente, que aunque escapa a la voluntad de la persona parece influirle poderosamente.
A partir de este momento, se convierte en un hábil investigador de los traumas, pesadillas y recuerdos deslavazados de sus múltiples pacientes, con interferencias de sus propios miedos y traumas, llegando a construir la base de sus estudios. 
Una película interesante, intrincada y tenebrosa sobre las emociones, contradicciones y trabas que pudo suponerle a un hombre, aportar ciertas claves sobre nuestra propia naturaleza. Y eso es un 8.

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