Llevo unos días meditando sobre la agresividad que me provoca el hecho de que muchas personas practiquen y reconozcan en ellos mismos como una irrefutable buena cualidad el exceso de sinceridad. Y me enerva sobremanera los abusos que se llevan a cabo en nombre de esta cualidad.
En la televisión actual, en ciertos programas de entretenimiento es donde encuentro mayormente estos especímenes... Suelen permitirse el lujo de opinar a malsalva porque la verdad les acompaña en todo momento, son siempre sinceros, pero también son reconocibles por su carencia de muchos valores morales. Son personas que juegan en otra liga a la hora de dialogar o discutir cualquier tema, porque esgrimen la famosa sinceridad como arma blanca letal. Y no dudan en cortar en pedacitos al disidente u oponente si hace falta.
Yo, llevo mal tales despropósitos... sobre todo porque han proliferado como pulgas en un excelente caldo de cultivo, la televisión, y ya no se puede ver casi nada que no esté salpicado por este fenómeno de "personas súper-sinceras" que hablan de cualquier cosa...
Ahora, muchas veces apago la tele porque me exasperan los personajes que la suelen poblar, y otras, muy sinceramente lo digo, y de ahí quizá provenga cierta parte de la agresividad que me embarga, dejo que me arrastren al encefalograma plano...
Esto me hace recordar un fragmento de "La sombra del viento", diálogo exagerado del encantador personaje 'Fermín Romero de Tormes' en el libro de Carlos Ruiz Zafón:
"La televisión, amigo Daniel, es el Anticristo y le digo yo que bastarán tres o cuatro generaciones para que la gente ya no sepa ni tirarse pedos por su cuenta y el ser humano vuelva a la caverna, a la barbarie medieval, y a estados de imbecilidad que ya superó la babosa allá por el pleistoceno. Este mundo no se morirá de una bomba atómica como dicen los diarios, se morirá de risa, de banalidad, haciendo un chiste de todo, y además un chiste malo."